La magia de los clásicos de fútbol,  de aquellos alegres, buenos y  con historias de la gente, solo quedan en el lado dulce de la memoria, más aun si se ganan. ¡Eran otros tiempos!- dicen hoy los más antiguos, antes eran una verdadera fiesta-comentan otros-, donde la familia entera envueltos en los colores de su camiseta, agitaban sin temor sus banderas, con la personalidad y fortaleza que permitía el buen ambiente que se respiraba en los estadios. Hoy la pasión y esa gentileza de ser un buen hincha, aún está presente, pero algo pasiva, se necesitan nuevas voluntades, para que nuestras banderas flameen por doquier en los estadios donde  jueguen nuestros colores. ¡Cada domingo debe ser un clásico!

Son innumerables las frases para citar o definir un clásico: “Los clásicos no se juegan se ganan”. “Estos partidos se definen por detalles”.” El jugar bien no es lo más importante” etc. Creo que al menos en una estamos de acuerdo. “Los clásicos se ganan”  ¡Y no hay más!

La pregunta en cuestión y que ha dado para grandes debates  es ¿Cómo se gana un clásico? Futbolísticamente, los argumentos aparecen por todos lados y con distintas concepciones y visiones al respecto, eso puede quedar para técnicos y jugadores, pero ¿Cómo lo ganamos los hinchas?

´¿ Lo ganamos con más presencia en la “galera”?. ¿Lo ganamos con la voz  transformada en cánticos de  apoyo a nuestro equipo? Siempre aparecerá una respuesta que nos deje conformes y tranquilos, pero ¿podremos encontrar alguna que nos deje felíz? más allá del resultado claro está. Yo creo que sí.

Los tiempos han cambiado, las voluntades a veces se disfrazan de egoísmo infantil, pero si aún tenemos y sentimos esa verdadera pasión  de cambiar nuestro propio tiempo, podremos  vivir y sentir desde lo más profundo de nuestra alma de hincha, un verdadero clásico.

Sin permitirle al tiempo que no borre a esa gente que tanto amamos, y con la alegría que entrega la buena pasión en nuestro corazón, podremos vivir nuevos aires en un nuevo clásico. ¡Clásico feliz para todos!